El humano, es aquel animal que vive en sociedad y que tomó la senda evolutiva de un sistema de pensamiento desarrollado en lugar de tomar el camino del vuelo o la respiración subacuática, una apuesta evolutiva que hasta la fecha no podemos determinar si fue la correcta, o si dicho camino sera finisterra para nuestros genes.
Las características de cerebro que desarrollamos nos han permitido la creación y formación de objetos que se encuentran fuera de la realidad material, objetos que poseen características peculiares, por no encontrarse dentro de lo tangible o cognoscible por medio de los cinco sentidos. Es así como los humanas creamos ideas e ideales, alguien podría preguntar ¿qué tan fuertes pueden ser estos objetos mucho más etéreos que el aire?, la respuesta da miedo, puesto que matamos, destruimos e incendiamos por las ideas.
Algunas de las construcciones mentales producidas por los humanos pueden ser aparentemente perceptibles por la mezcla de nuestros sentidos, el tiempo por ejemplo, puede ser percibido por las huellas que va dejando en nuestro entorno, en nuestro cuerpo. ¿Existe el tiempo?, francamente no lo sabemos, y aún que los físicos están apasionados en dicho debate sobre la realidad de la temporalidad, para nosotros los humanos el tiempo es muy real, en boca de todos los sabios y ancianos escuchamos que nadie se escapa de él.
Existen físicos de la corriente relativista que inició Einstein que afirman que el tiempo es una inversión de la mente humana para poder ordenar y archivar la información que nuestros sentidos captan, la mente requiere de algún parámetro para guardar los archivos y que es para eso que la mente inventa el sistema temporal. Sea o no cierto, lo que podemos afirmar es que una de las consecuencias de la percepción de la temporalidad por nuestra parte es un causante directo del surgimiento de la Historia.
¿Y que podemos decir sobre el surgimiento de la Historia?, Collingwood propone una visión sobre ella que me intriga mucho, sugiere que la Historia surge hasta Herodoto, argumenta que anteriormente los pueblos (por ejemplo los Sumerios) no tenían realmente una noción histórica, ciertamente percibían el pasado y el movimiento del tiempo, no obstante no efectuaban una investigación o análisis de los hechos del pasado, argumenta que no tenían una visión sobre el pasado como Historia.
Es aquí cuando surge una divergencia entre la palabra, que muchos pudiesen considerar una sutileza del lenguaje, pero realmente es importante. La historia es la construcción y análisis mental de los hechos del pasado; mientras que la Historia es lo que sucedió. La historia no existe, se crea, ella toma forma todos los días, aparece, muta, se desvanece para resurgir a las horas, a los días. Al ser los humanos los animales que apostamos por la evolución de los pensamientos a gran escala, somos nosotros lo que construimos la historia, ella es humana. Hecha por humanos y para humanos; por lógica que ella ha de contar con los defectos humanos, o no?; si y no; al ser nosotros los que la construimos, tenemos sumo cuidado en que no contenga los mismos errores que nosotros, al ser nuestro engendro tendemos a proyectar nuestra idea de perfección, a construir ideas sobre ideas; de esta manera nuestras fallas más grandes pueden ser encubiertas con una capa de cera, lo cual sin embargo no evita que hayamos esculpido una estatua sin-cera de nosotros, golpes de cincel mal colocados hacen surgir nuevas grietas, zonas astilladas sobre nuestra auto-escultura, la cual a pesar de ser etérea se comporta como el más fino mármol de Carrara.
Por lo tanto, la historia como disciplina científica es de las ciencias más humanas que existen, con todo el peso que dicha aseveración conlleva. Entre dichas consecuencias se encuentra la de la variabilidad; los humanos somos muy distintos entre nosotros, no se puede hablar de un patrón de estándares para medirnos en cuestión de mentalidades, existen gran cantidad de grupos humanos, muy diversos entre sí, al grado de que un extraterrestre podría pensar que se trata de animales distintos. De la misma manera, es como existen y han existido una inmensa cantidad de historias. Cada grupo humano que realiza su construcción la hace a su manera, sus temores y valores van a estar reflejados de alguna forma en la construcción e interpretación que realicen de los acontecimientos, incluso por el hecho de poseer distintas herramientas para realizar dicha interpretación, teniendo en cuenta que los ideales, conceptos, visiones etc, forman parte del acervo de herramientas con las que se esculpe la historia.
¿Por qué comparo la creación histórica con el esculpir en mármol?, la utilizo puesto que le entra como anillo al dedo, recordemos que el propio Michelangelo Buonarroti dijo que la estatua existía ya dentro del bloque de mármol y que el se limitaba a hacerla salir. De la misma manera los hechos en la historia existieron como sucesos del pasado, el oficio del historiador consiste en hacer salir a dichos sucesos del bloque del pasado, y depende del carácter, técnica y calidad del historiador la manera en que saldrán a la luz, las características mentales del historiador son inseparables del resultado final de su escultura.
Entonces tenemos que el historiador proyectará su interior hacia su escultura, y a la vez la sociedad de la que forma parte el historiador se proyecta a través de él, podemos afirmar que a pesar de la historia tener las características individuales de quien la esculpe, él a su ves no existe como individuo, está constituido por una gran mezcla de ideales, valores, teorías y filosofías que existían todas antes de que su ser sea constituido, dicha constitución de su ser puede ser original en el sentido de tener las piezas acomodadas a la manera que le plazca, sin embargo no es original en el sentido de que las piezas ya están dadas a él, y que toda decisión que toma en torno a su formación no es más que la simple referencia o toma de posicionamiento en torno a las piezas establecidas, puede admirar al comunismo, detestar al comunismo, puede serle indiferente el comunismo, pero decida lo que decida está posicionándose en torno al comunismo. No puede alejarse ni por un instante del bagaje que la sociedad le soltó encima desde el momento de su nacimiento.
La historia no es la única creación del hombre para el hombre, otra de las ciencias verdaderamente humanas es la filosofía, ella es la reflexión de manera racional sobre algo en específico, lo cual puede ser tangible o encontrarse entre las ideas. De origen es muy parecida a la historia, puesto que ambas son posibles gracias a la apuesta evolutiva de los antropoides, además de que consiste en una construcción mental, por lo tanto lo descrito en párrafos anteriores sobre la constitución histórica aplica de igual forma a la filosofía, ella igualmente es espejo de sus escultores. La filosofía tiene ya callo matando dioses, pues desde los filósofos pre-socráticos se utiliza para poner bajo la lupa a las realidades actuales o posibles, físicas o metafísicas, ella es la mejor herramienta que tenemos para analizar conceptos y sus implicaciones, es por ello que Françoise Marie-Auret acuño el término “filosofía de la historia” para hablar de la reflexión hecha sobre la historia desde un punto de vista racional (en oposición a la barbarie irracional que algunos llamaban como “teología de la historia).
Si contamos con una herramienta tan probada como la filosofía, es lógico que queramos aplicarla al análisis de la historia, me parece algo de suma importancia, ya que de esa manera podemos darnos una idea de los alcances y limitaciones que tiene la historia, así como de el peso que ella conlleva. Y es que la historia es algo muy curioso, el hecho de que esté siempre sujeta a los contextos en los cuales surge, a los caprichos de la Historia, de la naturaleza y los hombres la ha hecho variar mucho; al grado de que historia e historia (historias hechas en contexto distintos) se puedan mirar cara a cara sin reconocerse, pero quien realiza la comparación puede identificar a ambas como “historia”
¿De qué sirven o han servido estas comparaciones? Sus funciones han sido y pueden ser muy diversas, al principió se buscaba más que nada hallar pistas que pudiesen arrojar luz sobre la procedencia de la historia ¿dios o el hombre?, posteriormente se intentaron encontrar patrones para identificar la mejor manera para que la historia avance, un móvil. Realmente es algo comprensible, puesto que el hombre en su debilidad y fragilidad busca siempre aferrarse a alguna brújula o al menos a un astrolabio o sextante, por lo cual a lo largo de milenios muchas sociedades se han dado a la búsqueda del téleos ideal, ríos de tinta han corrido argumentado la necesidad de hallar el punto de referencia del hombre en el universo, para posteriormente poder apuntar hacía la menta; quienes así han opinado arguyen que sin el punto fijo y la meta el hombre no es nada, no puede avanzar.
Lo cual puede holgadamente ser cierto en muchos casos; no obstante es ridículo intentar generalizar a la humanidad, inscribiéndole a cincelázos una naturaleza y querer que la misma quede inscrita en los huesos de todos los contextos humanos. Como ya he mencionado, no existe un naturaleza humana, una historia, una verdad, una vida, los contextos en el universo tienen tantas posibilidades, que prácticamente se imposibilita la posibilidad de marcar a todos con un mismo hierro.
Tener una meta puede ser requisito para muchos, cómodo para otros, y a la vez un lastre para algunos; sin embargo incluso quienes tienen la necesidad del téleos no constituyen un sólo grupo, las subdivisiones van surgiendo conforme vamos adentrándonos en el zoológico humano; en el grupo de los teleófilos encontramos a grandes rasgos dos grupos principales, quienes requieren un téleos irracional, por el contrario existen quienes lo irracional no les satisface y buscan un téleos formado a partir de lo racional.
Para los primeros, en la teología se hallan las respuestas, las explicaciones folclóricas, simplistas y que contienen las respuestas son las ideales, puesto que la información se les presenta cocinada y servida en bandeja de plata, masticada ya incluso, lista para ser digerida por sus mentes; no obstante para los del segundo grupo la información seleccionada y procesada no constituye una verdadera fuente de alimento, por lo que conforman herramientas para la búsqueda de su téleos, las cuales encuentran en forma de ciencias y es donde la filosofía y en este caso la historia son excelsas para el trabajo.
Allí pues se encuentra una de las funciones que más se le ha dado a la historia, se le ha pretendido utilizar a manera de aclarar el posicionamiento humano en el devenir del tiempo, una causa detrás de las acciones, más una causa alejada de lo humano y acercada a lo metafísico u ontológico. Concuerdo con Collingwood en este punto, puesto que él de manera tajante afirma que la historia no está para encontrar causas de orden espiritual, sino causas humanas. ¿Qué tenía en mente Napoleón cuando se apresuraba a marchas forzadas hacia Waterloo? Y lo más importante ¿por qué tenía aquello en su mente?
Lo anterior debemos de utilizarlo para poder comprender que es lo que se busca con la historia, puesto que ella tiene muchos alcances, no obstante es importante difinir el hecho por el que pugnamos que la historia realice. Y en efecto, elaborar un estudio de auto conocimiento es uno de dichos hechos. La cuestión es que en este punto resurge la búsqueda del téleos, puesto que si se conoce la manera de obrar de la mente humana, y se logran comprender los sistemas de pensamiento, entonces con dicho conocimiento en manos se puede trazar un camino por el cual llegar al téleos. Lo anterior puede funcionar, en teoría, pero resulta que como mencioné anteriormente, no existe un esquema fijo del humano, los contextos cambian tanto que aquello que impulsó a unos a realizar un acto en específico no servirá para impulsar a otros a realizarlo, podría ser, pero nunca se puede estar seguros ya que existen demasiadas variables a cada momento, que pueden ir desde el ser un día, semana o año muy caluroso, al status quo en las relaciones de las estructuras sociales, de tal manera que el conocer a la perfección las condiciones de la revolución rusa no significa que podremos emularlas.
Lo anterior no le quita razón de ser o importancia a la historia, si bien es cierto que no podemos emular contextos históricos, podemos detectar ciertos patrones, reconocer los alcances de doctrinas o movimientos, que por un lado son abismalmente distintos de sus parecidos antiguos, pero a pesar de que los contextos están siempre cambiando existen estimulantes que aparecen como constantes en las acciones humanas, detalles que resurgen, tales como el miedo a lo desconocido, los efectos del hambre o el estrés causado por encontrarse dentro de sociedades disfuncionales; puesto que se ha visto que el hombre puede estar sujeto a tiranías y vejaciones impresionantes, pero si dicha sociedad por despótica que sea, es funcional (o estable), el hombre no intentará romperlo.
Ahora me dispongo a escribirme el que me parece como el siguiente paso a tomar para el historiador que desee ser honesto consigo, y que tenga la capacidad para aceptar y digerir la idea; al pensar en ello pasa por mi mente la sentencia Nietzschana “¿qué dósis de verdad puede soportar el ser humano?”:
¿Utilidad?, la historia ha tenido muy diversas funciones a lo largo del tiempo, desde justificar genocidios a crear nacionalidades, y sin duda seguirá teniéndolas mientras haya quienes lo requieran; sin embargo me parece que para en la temporalidad actual, un historiador debe aceptar y estar preparado para hacer historia por el puro placer que ello implica, la historia por la historia misma; y sobre todo estando concientes de que realizan una construccion mental de algo que no existe objetivamente, que solo es y fue real en su mente, y que carece de fin propio, más que el placer que ella nos aporta.
Tenemos entonces que “nuestro” mundo es uno humano demasiado humano, pues casi todo lo que de él decimos, estudiamos o inferimos es una construcción hecha por nuestra propia condición humana (me refiero al grado de raciocinio). Aunque existe una distinción entre Historia e historia ambas son nuestras construcciones, lo que las diferencía es el grado de complejidad que le demos a la construcción, una es limitar a acomodar los hechos, la otra requiere de un ejercicio mental profundo, sin embargo ninguna existe como sí en la naturaleza.
Lo mismo podemos decir de otras ciencias o conjuntos de creencias, no pasan de ser ideas nuestras arrojadas allí con una doble función, primero esta obviamente el satisfacer las necesidades explicativas primeramente de nuestro entorno y posteriormente de nuestro ser; recordemos que los primeros filósofos griegos abordaron primero su entorno y posteriormente comenzaron a realizar la auto exploración. Por el otro lado se nos presenta una razón más escondida, que pasa desapercibida muchas veces pero que se encuentra en relación directa con un rasgo humano casi universal (de los pocos que hay), recordemos que “nuestro mundo” se encuentra repleto de nuestras construcciones en las micro y macro escalas, pausemos un minuto entonces a pensar: ¿sin estas construcciones como sería el mundo, nuestro mundo?
La palabra vacío viene a mi mente, un vacío que da miedo, pánico; el hombre le tiene miedo a dicho sentimiento, sin saberlo de manera cociente la idea de la vacuidad enfría las entrañas del hombre y le ordena que se incline. ¿hasta que punto la parafernalia de construcciones que conforman nuestro mundo se encuentran allí para “llenar”, para evitar el vacío?
“Aquello es un agregado, no se puede decir que sea un causante de las construcciones que realiza el hombre”, seguramente muchos contestarán de esa manera a mi proposición, y debo decir que comprendo perfectamente su postura; sin embargo al ver a mi alrededor, y al mirar hacia el pasado no puedo asombrarme ante la cantidad de constructos que existen, idea sobre idea tras idea frente a idea, construcción mental sobre otra. La historia nos permite observar como muchas de ellas no duran, algunas apenas y tienen vida, mientras que otras son de larga duración, pero todas ellas al llegar a su fin son inmediatamente reemplazadas por otra idea similar, y no similar en el sentido de que señalen prácticamente lo mismo, sino en el sentido del discurso al que refieren, la nueva idea tiene que referir al discurso de la muerta, de tal manera que conforme va transcurriendo el tiempo surgen nuevos discursos, pero nunca desaparecen discursos; ello nos lleva a observar una tendencia a llenar todos los nichos que puedan existir, por pequeños que estos sean. “Nuestro mundo” se va llenando cada vez más, por lo tanto afirmo que ello se debe a la fobia que los humanos tienen a quedar en el vacío, en la soledad. Voltaire lo satiriza a la perfección cuando en un monólogo escribe: “Te digo que debemos destruir al cristianismo y preguntas que qué pondremos en su lugar al erradicarlo?, te digo que existe un monstruo que succiona la sangre de tu familia, te pido que lo mates ¿y tu me contestas que después de matarlo qué pondrás en su lugar?.
Todo se remite a las ideas, creaciones sin cuerpo físico, objetos no tangibles por alguno de nuestros cinco sentido, y que sin embargo siempre terminamos matando por ellas; pero ¿por qué llegamos a tal grado por algo intangible?
El miedo, llegamos al fondo de la cuestión aislando el causante de la guerra por la vida que creemos tienen las ideas, miedo al vacío, soledad y a lo desconocido. ¿y de donde proviene ese miedo?
los genes y ADN contienen las respuestas.
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