La Visión de los Vencidos
Miguel León Portilla, es el autor de uno de los best sellers más grandes en la historiografía, pues su obra rápidamente se tradujo a múltiples idiomas, y es probablemente la fuente más consultada para saber de la conquista de Tenochtitlán en el extranjero. En parte se debe a que el libro está escrito tomando como fuentes los testimonios escritos o elaborados por indígenas o descendientes de ellos, por lo que se presenta como la “otra versión” de la conquista.
Para poder realizar la obra, se apoyó de estudiosos del náhuatl, para poder interpretar los testimonios de los códices, en los cuales los mexicas conquistaron plasmaron en su estilo, una visión de la conquista. Al principio el título de la obra, así como el prólogo de la misma pudieses seducir al lector, y llevarlo a tomar el libro como si hubiese sido elaborado por mexicas que observaron y vivieron la conquista de manera directa; sin embargo no es así.
Recordemos que en el prólogo del libro, cuando Portilla describe sus fuentes, deja claro que dichos archivos fueron escritos varios años después de la conquista (excepto el de Tlatelolco); tomando el caso de Sahagún, el texto que actualmente se conserva no es una primera edición, de hecho, con el paso del tiempo Sahagún corrigió y rehízo su archivo, de tal forma que hubieron descripciones o acontecimientos que fueron modificados. Además de ellos, él es Español, y si bien está realizando un trabajo recopilador en el cual utiliza como fuente principal al elemento indígena, no deja de realizar una depuración de sus fuentes, algo que todo historiador debe hacer; pero el llevarlo a cabo, conlleva una arbitrariedad. La cual se encuentra delimitada por su contexto social (español, católico y dedicado a la vida religiosa), por lo que su texto nos muestra la opinión y voluntad de Sahagún de lo que debiese ser (o el quisiese que fuese) la visión de los mexicas.
El tener en cuenta a los editores de una obra es imprescindible, especialmente en siglos pasados, en los cuales las casas editoriales tenían una participación muy activa en la auto-censura de los textos que serían publicados, de tal forma que los autores la mayoría de las veces no podían protestar al respecto. Sólo para ejemplificar ligeramente mejor lo anterior, comentaré que normalmente relacionamos a la élite criolla en México a vísperas de la independencia con la lectura de los enciclopedista o ilustrados franceses, no tomamos en cuenta el contenido de dichas ediciones, por ejemplo, la obra de Rousseau, al ser traducida para su distribución en la Nueva España fue también depurada de los párrafos o secciones que el editor consideró estar repletas de “patrañas ateas”.
Una vez que continuamos con el problema de la fuentes de Portilla, vemos que además de no ser testimonios totalmente independientes de la influencia española (y en algunos casos muy influenciados), también deben de ser interpretados por el historiador para poder escribir su libro. Esto es, por supuesto algo que aplica en toda investigación histórica; pues los archivos y documentos no dicen algo de manera objetiva, sino que depende el historiador realizar las preguntas adecuadas a su fuente para extraer de ella todo lo que necesita. Una vez que sabe qué preguntas son las que requiere plantearle al archivo, deberá poder interpretar las respuestas. Es en este proceso en el cual la construcción del conocimiento histórico se enriquece mucho con el contexto, bagaje e imaginación del historiador; pero es igualmente aquí en donde se causan defectos en la construcción mental de la historia.
Me parece que León Portilla comete un error tanto grave como común entre los historiadores, el de realizar la investigación histórica teniendo ya en la mente precisamente lo que desea encontrar. Dicho de otra manera, acude a la investigación histórica para corroborar su postulado, uno que tiene ya bien definido antes de comenzar su investigación, y es justamente uno de los errores en contra de los cuales March Bloch advierte en su Apología a la historia.
Al no haber acudido personalmente a constatar los códigos, ni haber leído más interpretaciones realizadas por expertos en el náhuatl, mis afirmaciones no pasan de ser la opinión que obtuve a partir de la lectura del texto de La visión de los vencidos.
La obra lleva un cierto orden cronológico, pues inicia con los presagios acerca de la llegada de los españoles, y concluye con la destrucción de los tenochas, si bien es en teoría el orden en el cual sucedieron los acontecimientos, es también el que utilizó Lópes de Gómara para escribir su historia, y por consiguiente Bernal Díaz; así que se adhiere al orden tradicional, pero citando diversas fuentes para cada evento, y a veces, repitiendo la narración de un evento determinado; pero con variaciones dependientes de la fuente utilizada por el autor.
La obra es de carácter meramente descriptivo, no se realiza un verdadero análisis de los sucesos, sino que se limita a describir todo lo sucedido, lo que Braudel llamaría “una historia de tambores y trompetas”, o Febvre “una historia de intrigas de palacio”. Esto es, el acontecimiento como unidad del libro; puesto que el autor buscaba escribir una especie de crónica alternativa de la historia conocida, algo que narrase lo mismo, pero que difiriese en detalles si se comparase con Gómara, Bernal, o Camargo.
Por lo tanto, ¿hasta qué grado se puede considerar como “historia” lo elaborado por Portilla?; bueno, considero que a pesar de carecer de elementos para ser considerada parte de “la nueva historia”, tampoco entra correctamente en la historia positivista, quizá se encuentra más cerca de la historiografía historicista o rankeana, o sea la escuela alemana del siglo XIX. Para sustentar dicha afirmación, puedo decir que ni posee la interdisciplinariedad, ni el análisis social, cultural o de la mentalidad realizado o incluso inspirado por Annales; pero de igual forma no realiza un apego a las fuentes, tal y como lo exigiría con rigurosidad la escuela positivista; la escuela rankeana por otro lado, se apega totalmente al acontecimiento (al igual que el positivismo) pero realiza un pequeña interpretación emocional, en la cual el autor usa recursos retóricos para dar vida a su relato.
Independientemente de la corriente historiográfica a la que más se apegue, podemos definir la historia como “la construcción mental realizada con los sucesos pasados”, y eso es precisamente lo que el autor realiza, construye en su mente una idea de lo que fue y significó la conquista, y utiliza diversas fuentes históricas para ello. El resultado de dicha construcción es irrelevante, en el sentido de que no puede existir una construcción objetivamente correcta, y los móviles y contextos del autor saldrán seguido a flote.
La visión de los vencidos fue publicada en 1959, al final de una década de prosperidad nacional; pero también una de apertura hacia el exterior, especialmente con Estados Unidos. Muchos aspectos del vecino del norte, el llamado “american way of life” entraron de manera veloz y se incorporaron a la vida mexicana. Fue por lo tanto un periodo en el que la cultura nacional se vio asediada. En este contexto, La visión de los vencidos se presentó como una manera de revindicar a lo mexicano, al pasado glorioso del cual se fundamenta todo nacionalismo.
Me parece, no obstante, que La visión de los Vencidos tuvo un gran peso a nivel mundial, primero por ser el libro de historia mexicano más vendido en el extranjero, por lo tanto, muy influyente en la manera en la cual el resto del mundo concibe la conquista de México Tenochtitlán. Además de ello, inauguró un paradigma en las ciencias sociales, que ha tenido una importancia inmensurable, el de realizar una descentralización de Occidente como objeto de estudio, y enfocarse en lo local. Ello ha sido tomado con mucha fuerza en la antropología y sociología, e impulsó a los movimientos de rebelión contra el sistema de la década de los 60.
Por lo que mucha más allá de la veracidad objetiva de la tesis o la interpretación de Portilla en su obra, es innegable que constituye uno de los pilares historiográficos que sustentan el imaginario colectivo de la conquista española en América, tanto a nivel mundial como nacional, y que su tesis sirvió de base para el cuestionamiento de los discursos hegemónicos que caracterizarían de esa fecha en adelante a las ciencias sociales.
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