Breve ensayo sobre el Orden del Discurso
Hay ocasiones en las cuales uno suele nadar por el mar sin darse cuenta de que ya no se encuentra el la tierra, pero la rutina es tal que continuamos en un nado adentrándonos mar adentro, estamos empapados den agua de mar, tomamos incluso bocanadas de agua cuando por accidente respiramos a destiempo, y sin embargo seguimos creyendo que nos encontramos en tierra firme, más bien, tampoco creemos estar en tierra firme, realmente no pensamos en ello, alguna vez supimos estar en tierra, pero dejó de tener importancia o nunca la tuvo, y jamás nos preocuparnos por ubicarnos de nuevo, carece de sentido, puesto que seguimos divisando a quienes nos acompañaban en tierra. El tiempo y espacio como algo perpetuo.
Michel Focault en “El orden del discurso” arroja a la mesa una paquete de verdad, con la cual explica la manera en que nos hayamos nadando en aquel mar sin percatarnos de cuan adentrados estamos. Refutando muchos mitos de la sociedad, Focault se adentra en un análisis neto de la sociedad, al que podríamos llamar el verdadero análisis de ella, puesto que no se limita a describirla superficialmente o incluso a las entrañas de la misma, sino que estudia la naturaleza de la materia prima de la cual esta compuesta la sociedad.
¿Qué es pues “el discurso”? Y ¿porqué afirmamos que es un estudio verdadero de la sociedad?.
El discurso es todo cuanto conocemos, todo lo que existe en nuestra mente pertenece al discurso. Es pues la construcción de la humanidad que dicta la coherencia de todo, así tenemos que la sociedad está compuesta de infinidad de discursos, los cuales se entrelazan para formar discursos aún mayores y dar explicación y sentido a nuestro mundo.
¿Y que hacen los discursos? Mantienen unida a la humanidad, conservan la cohesión en nosotros, por lo tanto estamos sujetos a ellos, no podemos escapar, nos controlan, tienen el poder. Focault se dio cuenta de que la naturaleza de los discursos es rectora, y por lo tanto su poder es algo crucial de ellos, ahora si entendemos que todo orden o sistema que conozcamos o que podamos crear forma parte de un discurso, nos daos cuenta de que su poder es infinito. Tratar de ganarle al discurso es como pretender pagarle al prestamista el dinero que le debemos cuando el único dinero que existe le pertenece, y tenemos que pedirle prestado una moneda para pagarle la moneda que le debemos.
Focault nos señala que el discurso no está inconsciente de su potencial, por el contrario, él se vale de ello para poder coercionar a quienes se encuentran bajo su manto, él es un instrumento de poder que sirve para perpetuarse, manejado con mucho entusiasmo por la clase dominante, sin que se den cuenta que ellos mismos se encuentran prisioneros de otros discursos los cuales no pueden controlar, pues nadie tiene el control de un discurso, incluso sus conductores están sujetos no sólo al discurso que usan para su beneficio, sino por otros discursos, pues ya mencionamos que los hay por millares; cada contstructo cada concepto tiene su discurso, los cuales a su vez están sujetos a discursos de lógica, discursos semánticos, lingüísticos.
Nos encontramos con que el mundo en el que vivimos se encuentra dominado ya por unas fuerzas superiores a nuestra voluntad, a una especia de deidad o dios, que comparte muchas características con otros dioses, desde su génesis en la mente humana, hasta su superioridad frente a nosotros por carecer de cuerpo físico y ser irracional intentar ganarle, puesto que no podemos vencerle.
Los discursos poseen armas para mantener el orden bastante eficaces, de la misma manera que en 1984 o en Farenheit 451, somos nosotros nuestro mismos celadores, vigilamos con mucho zelotismo los muros de la Bastilla en la cual nos encontramos prisioneros. Resulta que en el discurso existen prohibiciones, temas lo cuales no pueden ser mencionados y que la misma sociedad protege con mucho celo, es por lo tanto imposible tratar de romper algunas paredes del discurso puesto que no se nos permite acercarnos a ellas, ese es el modus operandi de la coerción por medio del tabú, algunas excusas son inventadas y sostenidas para exigir que nadie toque a esas paredes.
Otro método que cuenta el discurso para mantener su orden es el de la descalificación, todo aquello que no se encuentre dentro de los paradigmas válidos del discurso es rechazado con mucha fuerza, puesto que se le tacha de incoherente, estúpido, incluso no se le considera objeto, sino algo carente de cuerpo que resulta obsceno a nuestros sentidos.
La forma es entonces algo de suma importancia, todo lo que no lleve la forma que el discurso ha puesto como requisitos es invalidado, importa poco si contiene alguna verdad, ella está descalificada por default de la competencia de validés.
La pregunta Nietzscheana de “¿cuanta verdad puede soportar el hombre?” es descartada por Focault, no porque considere que carece de sentido, sino porque él avienta toda la dósis de realidad, ella se encuentra en su escrito del orden del discurso, en el cuál llegamos a encontrar que el sujeto murió.
A diferencia de la sentencia de Nietzsche “Dios ha muerto”, la afirmación de Focault es atemporal, el hombre no murió ayer u hoy, el hombre nació póstumo. Jamás ha existido el sujeto, pues cuando Aristóteles describió al son politicon, estaba (aun que sin percatarse) describiendo el carácter inerte del individuo. Puesto que el hecho de pertenecer a una sociedad incluye el estar atrapado en los discursos de la misma, los cuales carecen de autores, no existen rostros en el orden del discurso, pues el devenir de ellos ha ido construyéndolos a lo largo de la existencia.
Basta con que recordemos qué es un individuo, el un ente que posee características propias, pero qué puede ser propio en un mundo donde todo lo válido existe ya, y que a algo nuevo no se le otorga el reconocimiento de existencia. El idioma no es propio del sujeto, por el contrario, lo identifica dentro de un sector de la sociedad, los parlantes de aquella lengua, su afiliación política es lo mismo, sus gustos musicales, artísticos, gastronómicos, estéticos, todo eso existe ya, y ha existido desde antes del nacimiento del sujeto, él no hace mas que tomar esos nombres prestados mezclarlos y afirmar que el resultado es su “yo” sin darse cuenta de la heterogeneidad de su ser, al grado en el cual si pretende modificar algo de lo existente no estará haciendo más que una nueva mezcla de caracteres ya previamente puestos a su disposición, y que si llegase a verdaderamente romper el esquema con la novedad, el resultado sería un espécimen irreconocible, un objeto para el cual no existe descripción y que por lo tanto no tiene cabida en este mundo.
A partir de esta inexistencia de la originalidad, la novedad y la individualidad, llega Focault a afirmar que toda producción humana es referencial, no crea nada nuevo, si no que refiere a lo ya producido, se remite a ser un comentario creado por parches de distintas creaciones previas y la cual puede mostrarnos algo de lo que nos nos hayamos percatado, que había permanecido oculto a los ojos de la sociedad, mas que sin embargo no es algo verdaderamente nuevo, el comentario más revolucionario es aquel que revela algo de nuestro entorno que había pasado desapercibido.
Lo que hace el discurso para controlar la producción de los comentarios es crear la falacia del individuo, sabemos ya que no existe, sin embargo para el discurso es importante que perdure dicho mito, puesto que de esa manera se responsabiliza a alguien de el aborto de algún comentario indeseado, de nuevo vemos aquí el ejemplo de que somos celadores de nuestra prisión, estamos pendientes de lo que nuestros coetáneos dicen y de manera veloz hacemos un análisis crítico del contenido de dicha producción y de manera ciega y despiadada destruimos aquello que no encaja con los paradigmas del discurso.
Al parecer la prisión perfecta no es una utopía, existe, es muy real, a pesar de no tener cuerpo, forma, de no ser tangible y de no ser visible. ¿Qué es pues esta Caríbdis que tenemos ante nosotros.
Allí está otro problema, ¿está ante nosotros? La prisión en la que nos encontramos carece de forma física, posee la paredes más solidad que se puedan imaginar jamás, ¿por que? Pues porque el imaginar una paredes de prisión más solidad que el discurso requiere de recurrir al discurso para poder buscar entre nuestro acervo a lo más fuerte, lo más resistente, es adentrarse dentro de la biblioteca en búsqueda de información que nos demuestre que dicha biblioteca no posee información.
La voluntad humana se encuentra encarcela de de una manera vil y sádica, las arenas movedizas del discurso impregnan todo el universo, sólo aquello que nos es verdaderamente desconocido en algún rincón del universo se encuentra exento de estar en nuestro discurso, cosa que carece de importancia puesto que el conocerlo nos remite a incorporarlo al vocabulario de nuestro imaginario discursivo.
De todo este Némesis que es el discurso, el hecho que más me intriga es el de su génesis, todo tiene un origen (o por lo menos eso nos dicta nuestro discurso), por lo tanto si aún tenemos la ridícula intensión de poder alguna vez poder vencer al discurso, combatirlo de alguna manera, es necesario que encontremos y comprendamos toda la naturaleza de dicho origen.
Ciertamente que Némesis es invencible, es algo que los griegos comprendieron bien, sin embargo deben existir maneras de resistencia, se trata de hacerle la vida lo más compleja posible al discurso, algo que actuará no como morfina u opio, sino más bien como retardante de la enfermedad.
Es que es sumamente curioso analizar los orígenes del discurso, puesto que aparentemente es un círculo hermético, sin embargo va evolucionando a lo largo de los años, realiza metamorfosis, allí está el arte como mayor ejemplo, cuando alguna vanguardia surge, ella es al principió rechazada por a comunidad artística, y sólo la insistencia y el tiempo logran que se vaya incorporando lentamente al discurso artístico, ¿a caso tenemos allí un ejemplo de derrota del discurso?; al parecer no, puesto que el discurso siempre busca el poder, parece ser que dichas evoluciones en su vocablo se deben no a que haya sido vencido, si no a que decide incorporar a su enemigo a sus filas para que deje de ser un disidente, táctica empleada por dictadores y lideres autoritarios a lo largo de la historia. Mi análisis del texto de Focault no fue lo suficientemente profunda para poder encontrar la respuesta al conflicto de la evolución discursiva, pero es sin duda, mi mayor inquietud y aquello que despierta más pasión y curiosidad en mí del texto de Focault.
Por cierto que después de un análisis decidí utilizar el vocablo “evolución” para referirme a las metamorfosis discursivas, puesto que la evolución es el cambio de las características de algo para adaptarse mejor a los contextos, no significa una cambio “para mejorar” puesto que no hay un teleos en la evolución, no es una marcha hacia el progreso, si no una respuesta de irritabilidad a los cambios de las situaciones y de los contextos en los que se encuentra, la evolución termina cuando el balance ha sido nuevamente alcanzado en la condición presente, y parece ser que eso es lo que hacen los discursos. No es que la historia progrese y que el discurso lo haga con ella, sabemos bien que se manejan contextos históricos, realidades o situaciones actuales las cuales cambian, y es allí donde sucede el fenómeno que me gustaría comprender a fondo, pues es en eso momento en que el discurso cambia de forma y acapara a la posible disidencia recibiéndola entre sus filas, constituyendo nuevamente, la Bastilla perfecta.
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