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jueves, 29 de marzo de 2012
Bernal Díaz del Castillo en la historiografía colonial.
Bernal Díaz del Castillo en la historiografía colonial.
El presente trabajo constituye un breve análisis historiográfico centrado en algunos aspectos de Historia Verdadera de la Conquista de la Nueva España, de Bernal Díaz del Castillo. En ella abordo el horizonte de enunciación del autor, su intencionalidad, ideología y cosmovisión; así como la cuestión de sus fuentes, el estilo de su obra y el contexto de ella; además de resaltar dos aspectos encontrados en su obra: el origen del conflicto contra los tenochas, y la visión política de Bernal.
Bernal Díaz del Castillo nació en Castilla alrededor del año 1496. La infancia de Bernal se vio influenciada por cambios rápidos que estaban viviendo las coronas hispanas, reconquista y formación del estado nacional, persecución a judíos, islámicos y herejes, así como el gran empuje hacia el Atlántico del que fue testigo la península Ibérica a principios del siglo XVI.
Es cierto que todo periodo histórico es testigo de cambios tanto superficiales (y de acontecimientos) como profundos (en el ámbito del imaginario y las mentalidades); sin embargo el siglo XVI aporta importantes cuestiones al imaginario europeo. Por un lado la ecúmene se expande, en ella aparecen hombres que se encontraban fuera del imaginario religioso, lo cual propició acalorados debates teológicos. América exportó numerosos productos los cuales fueron acogidos con prontitud en Europa, y elevó los ingresos de la corona castellana, por lo que se dio la posibilidad de contar con ejércitos numerosos y acercarse al concepto de “guerra total”.
Bernal Díaz fue un hombre nacido en un momento en el cual grandes cambios ocurrían y aún se avecinaban en Europa; sin embargo la península Ibérica se vio al margen de varios de dichos sucesos, como el cisma protestante, el cual sí tuvo repercusiones en ella, pero no al grado de fraccionar la religión en la península. De esta manera, nuestro autor poseía y defendía con gran vehemencia su fe católica, la cual se encontraba en plena altanería, pues el teleos de la cruz triunfaba en España sobre la media luna y la estrella de seis puntas. Como habría de esperarse, Bernal juzgó todo lo que vio en América desde la perspectiva católica; sin embargo, al haberse encontrado ya en América cuando estalló la reforma, y al haber pasado el resto de su vida en dicho continente (con excepción de dos travesías a España), Bernal no manifestó en su texto el espíritu de lucha contra las ideas de Lutero, que habría de caracterizar al imaginario hispano-católico a lo largo del siglo XVI y XVII.
En otros aspectos, España estuvo más adelantada que otros reinos europeos, tal es el caso de la formación de su estado; Bernal vivió el reinado de Carlos I, y escribió durante el de Felipe II, monarcas que destacaron la imagen del poder individual frente al de las Cortes y consolidaron un estado más moderno (burocrático, administrativo y asalariado). La influencia de padre e hijo Habsburgo se reflejó en la imagen individual de estatus, poder y relevancia con que el autor plasma a la figura monárquica.
La visión medieval de “comunidad” y el sentimiento de pertenencia a un grupo, me parece que se encuentra muy presente en Bernal, puesto que en su crónica resalta el papel que tuvo en ejército en su conjunto, y no como individuos, restándole importancia al papel de Cortés, y aumentándosela a él y los suyos. En este punto existen discrepancias en cuanto a la veracidad del esquema presentado por nuestro cronista. Mientras que Ramón Iglesia afirma que Bernal presenta una visión errónea de Cortés, en la cual el extremeño queda minimizado de manera deliberada, para que el autor de la Historia Verdadera crezca, esto según Iglesia, debido al resentimiento de Bernal hacia Cortés debido a que Castillo consideró que el capitán había recibido mucho y les dio poco a sus hombres. Por el otro lado Howden Smith considera que el autor describe correctamente la “democracia militar” que existió en la conquista de América.
En lo personal difiero con Ramón Iglesia, quien citando su experiencia en la guerra civil española, sostiene que un ejército no puede ser exitoso si se apoya en la democracia, y requiere de un líder individual y fuerte, por lo que Cortés no consultaría ni tomaría en cuenta de una manera tan grande a sus soldados. Me parece que Iglesia se olvida de la latente posibilidad de un motín entre las tropas, especialmente si se sentían guiados de manera despótica dentro de territorios desconocidos y rodeados de guerreros enemigos, el efecto en la moral era ya apabullante como para que obedezcan órdenes imperantes provenientes de un individuo. El motín era algo muy común en los ejércitos europeos, y Cortés lo sabía a la perfección. De allí, que a pesar de que la amargura hacia Cortés es visible en muchos pasajes de la Historia Verdadera, me parece mucho más plausible que las decisiones fuesen tomadas en consejo, que de manera individual.
Es así como Bernal posee a mi parecer, una manera mezclada de entender la política. Por un lado, admite la existencia de autoridades incuestionables y supremas, Carlos I y Moctezuma, ambos entran en esta categoría. Para Bernal ambos monarcas merecen la obediencia, pues su estatus se encuentra por arriba de los hombres de carne y hueso, pues son poseedores de una sabiduría superior. Si bien él no le presta obediencia a Moctezuma, lo considera un hombre merecedor de un gran respeto por parte de sus súbditos, poseedor de un gran corazón y una bondad casi cristiana. Por el otro lado, resalta de entre los hombres “normales” aquellos que destacan por su hidalguía y valerosidad, entre ellos Cortés, a quien colma de elogios en varias partes de su obra, comparándolo con Julio Cesar, Aníbal y Alejandro Magno. Si bien esos hombres son acreedores de facultades especiales de mando, no se encuentran por encima de la comunidad a la cual dirigen, y para Bernal, más bien pertenecen a ella. Ellos se ven obligados a pactar, escuchar y seguir consejos, poner a votación las mociones, etc. Su función se reduce a ser el rostro público de la comunidad, así como ser un estandarte de moral y rectitud.
Nuestro autor aporta un justo reconocimiento a la importancia de establecer alianzas y pactos de una manera maquiavélica, algo evidente en contextos tan desfavorables como el que les era propio. Pero así como el pragmatismo se observa con facilidad en Bernal, no deja de imperar la moral y ética cristiana idealista, con su precepto de “guerra justa”; puesto que el conquistador narra que en casi todo momento ellos actuaron en defensa propia y porque la situación así lo merecía; actuando siempre de acorde al marco de derecho jurídico o teológico, pero nunca sin “justa y necesaria” razón.
De hecho, en el caso de la matanza en el templo mayor, la cual fue realizada por Alvarado, Bernal menciona que Cortés reprende fuertemente a Alvarado por haber matado a los indígenas sin provocación. Dejando claro que la actitud de dicho conquistador fue errónea. Sin embargo, aún que el mal comportamiento de Pedro precipitó la guerra; en los capítulos anteriores deja claro que los aztecas ya realizaban preparativo para la guerra que seguiría. De tal forma que la actitud de Pedro fue errónea, no obstante ello no influyó en el desenlace porque los indios los iban a atacar de cualquier manera, y ellos se vieron obligados a defenderse de manera “justa”. Para Bernal, la impotencia de ver a su monarca a merced de los conquistadores tuvo un efecto decisivo para que los mexicas iniciasen el conflicto. A pesar de ello, para del Castillo, los españoles no eran responsables de ejercer violencia sobre los indígenas, pues la captura de Moctezuma (y otros acontecimientos políticos que condujeron al estallido de la guerra) fue una decisión grupal, no correspondió a una planeación previa, sino que el camino que los acontecimientos tomaron por sí solos, empujaron a los españoles a actuar de semejante manera. Dicho con otras palabras, era la fortuna o destino (dirigido siempre por dios) así como la agresividad de los mexicas y su negativa a cooperar, los causantes de la guerra. Mientras que los españoles cumplían con su derecho a defenderse ya sea para vivir o morir con hidalguía y honor.
Pues bien, ya que hemos visto lo que Díaz del Castillo plantea, sin duda surge la interrogación ¿porqué lo hizo?, más allá de los errores debidos a una construcción de la memoria alejada a la realidad objetiva (recordemos que los recuerdos se construyen en la memoria de la misma manera en la que la historia se construye en la mente) ¿falseo hechos deliberadamente? ¿qué buscaba?. El autor presenta dos motivos para haber escrito su obra, el primero de ellos es: escribir con toda rectitud la historia para que quede memoria de lo que de verdad pasó. Esta recuerda a la justificación dada por Tucídides en Guerra del Peloponeso, y de hecho es curioso que autodenominándose hombre “de pocas letras” Bernal tenga buenos conocimientos de historia grecolatina (citando a Julio Cesar, Augusto, Aníbal, Escipión, Ulises); la segunda causa es “corregir las burlas que algunos han escrito” acerca de la conquista (refiriéndose a Gómara).
La historia escrita por Gómara es una gesta heroica cuyo protagonista es Cortés, la soldadesca carece de un papel relevante en dicho libro; ello sin duda ofendió a Bernal, quien recordaba los consejos de guerra que celebraban los conquistadores. El autor siente que su comunidad ha sido despojada de la gloria de sus méritos, y se propone a refutarlo, sobre todo en lo referente al mando en el interior del ejército conquistador.
Las encomiendas en Tabasco y Chiapas que Bernal Díaz había recibido le fueron despojadas, es fácil imaginar que sentía él era merecedor de dichas encomiendas, y ya que su viaje a Castilla en 1545 fue infructífero, el realizar una crónica de sus aventuras le permitiría demostrar que él era en efecto merecedor de lo que se le había quitado; ya desde la edad media (Alfonso X) estaban presentes los informes de méritos y servicios de los hidalgos a su monarca con la intención de exigir favores.
Cuando Bernal concluye su obra es ya demasiado viejo para aspirar a recibir favores reales; no obstante deja claro que deseaba que sus hijos recibiesen lo que él había ganado en batallas. Díaz estaba además molesto por la manera en la cual Cortés se llevaba toda la gloria en la historia de Gómara, él no deseaba atacar a Cortés, pero si quería compartir la gloria, en sus palabras “para que haya memorable memoria de mi persona y de los muchos y muy notables servicios que he hecho a dios y su Majestad.” Al no poder mentir afirmando que él tuvo méritos individuales, recurrió a subrayar el papel de la soldadesca en la campaña, y a poner énfasis en las penalidades y temores que enfrentaron los soldados españoles. Por lo anterior me parece que puedo resumir la intencionalidad de Bernal en otorgarle más hidalguía a su apellido, obtener riqueza material para sus descendientes, y alcanzar la posteridad en la memoria.
Para alcanzar una mayor credibilidad entre sus lectores Bernal Díaz recurrió primero a resaltar su hidalguía, nos habló de sus orígenes, de su valerosidad en el combate; pero debido a que su objetivo fu desacreditar a Gómara para que sea la versión de una “conquista democrática” la que perdure y no la de Cortés como héroe; Díaz se dedicase contradecir a Gómara en cada oportunidad, esgrimiendo el argumento de que él estuvo presente, mientras que su rival nunca hubo pisado América. Lo anterior le dio suficiente autoridad como para poder contradecir a Gómara incluso en aspectos en los que ambos concordaban, como en la ocupación de Cingapancinga o la planeación de Cholula, en ambas acusó a su contraparte a mentir abiertamente, aunque sus relatos no fuesen distintos. En dichos momentos, jugó la carta de haber sido testigo ocular y de tener prodigiosa memoria (para demostrarlo llenó su relato de detalles), de tal forma que el lector (quien muy probablemente no tendría ambos relatos al mismo tiempo para comparar) descartase por defecto a Gómara.
Bernal logró su acometido, pues a pesar de que su obra vio la luz sesenta años después de su conclusión, ella fue desplazando paulatinamente a la de Gómara, los lectores fueron prefiriendo al soldado poco letrado, pero presente en la historia. No obstante el medio se convirtió el en fin. Los familiares de Bernal no recibieron la gratificación que él esperaba; si hay algo para Bernal Díaz del Castillo después de tantos siglos, es el reconocimiento y la posteridad, ya que su obra la principal referencia para quien desea aprender acerca de la caída de México Tenochtitlán.
La inserción en el imaginario colectivo de la conquista, lograda por Bernal, ha hecho que más allá de la veracidad de los hechos históricos allí escritos, el libro de Bernal sea en efecto, la verdadera historia de la conquista de la Nueva España.